domingo, 8 de marzo de 2009

Ocupado lector

Desgraciadamente, lo que me acercó al Quijote fue la obligación. En el colegio se suponía que tenía que leerlo. Recuerdo que leí algunas páginas, tal vez algunos capítulos, pero nada más. Tiempo de negligencia por la lectura fue mi etapa de colegial. Años después, ya en la carrera de literatura, el curso Literatura Española del Siglo de Oro me puso en la obligación de leerlo nuevamente y nuevamente leí una mísera parte del texto: más o menos hasta el capítulo XXV de la primera parte. De todas maneras, en un curso como ese, con todo lo que hay que leer, es imposible profundizar siquiera un poco en una novela como el Quijote. Para lograr algo, aunque poco, se necesita, mínimo, un curso entero. Mi deseo se hizo realidad cuando me di cuenta de que este año se abriría un curso optativo llamado "El Quijote y la Novela Moderna". De entrada el profesor lo dijo: había que leer la novela de cabo a rabo. En este momento voy por el capítulo XX de la segunda parte, de modo que parece que, a menos que me muera, me vuelvan a robar el libro (un día de estos me asaltaron y se llevaron mi bulto con varios libros, entre ellos mi ejemplar de la obra cervantina), me enferme, quede ciego, caiga un meteorito, se muera alguien cercano o quién sabe qué otro suceso extraordinario ocurra, esta vez sí llegaré hasta la última página. Paradójicamente, a pesar de todo lo que ya he leído, me interesa comentar la frase que abre el texto: "Desocupado lector".

Quién sabe qué pensaría Cervantes cuando escribió el Quijote. La opinión general asegura que su intención era parodiar las novelas de caballería, para bajarlas del pedestal donde las tenía subidas la comunidad lectora. Todo parece apuntar a eso, pero ¿no ha notado nadie que cuando el cura y el barbero revisan la biblioteca de don Quijote, el narrador insiste en señalar al ama como una energúmena ciega y al cura y al barbero como dos perezosos que condenaron al fuego algunos libros que no lo merecían? Así mismo, la parodia es un arma de doble filo pues, si bien al parodiar se rebaja lo parodiado, se le hace a la vez propaganda por usar sus mismas formas. Tal vez Cervantes no lo consideró así. O tal vez sí.

Otros sostienen que Cervantes quiso producir un texto como no existía otro, lo cual de hecho logró. La revolución literaria que el Quijote provocó fue grave: la primera novela en el sentido moderno de la palabra, ni más ni menos.

¿Tendría el manco de Lepanto la intención de renovar la literatura? ¿Querría simplemente burlarse de la caballería andante? ¿Tendría alguna intención, después de todo? Es difícil afirmar algo sobre un libro escrito hace cuatrocientos años. Lo que tal vez sí sea un hecho es que Cervantes jamás pensó que su libro seguiría siendo leído, comentado y adorado tanto tiempo después.

Es curioso, entonces, que las primeras palabras del prólogo a la primera parte traten a su lector de "desocupado". Yo me acerqué al Quijote por obligación, pero mi deseo personal de estudiar toda la literatura posible me hubiera llevado a él tarde o temprano. Así, la lectura de tamaño texto no hubiera sido una forma de distraer mi "desocupación", sino que yo me hubiera ocupado en leerlo. Pero claro, en tiempos de Cervantes, la literatura pocas veces se veía como un objeto de estudio por sí misma, y las más de las veces pasaba por un medio ya fuera de adoctrinamiento o de simple esparcimiento. Jamás imaginó él que su novela sería analizada a fondo en universidades de todo el mundo.

Definitivamente, que lo llamen a uno "desocupado lector" al abrir el Quijote parece una broma de mal gusto. Tal vez Cervantes ni se lo imaginó. O tal vez sí.