sábado, 25 de octubre de 2008

Miasfera...

Miasfera soy yo. Miasfera somos todos y no es nadie. Miasfera es mía, y sólo mía. Pero también es suya y sólo suya, de él y sólo de él, de ella y nada más que de ella. Miasfera es el cielo azul del día o el negro de la noche, la claridad dorada y sofocante del sol y la argentina y helada de la luna. Miasfera es días, meses y años, dolores y horrores, placeres y gozos. Nada queda fuera de Miasfera, pero nada sale y nada entra. En Miasfera estamos solos; en Miasfera estoy yo solo, usted solo, él y ella, cada uno en la suya, solos. Miasfera es muchas cosas, es todas las cosas, pero principalmente soledad. Miasfera es Todo, así, con mayúscula, pero no es Dios ni el universo; tal vez dios, así, con minúscula, porque algún miasférico perdido como yo la ha elevado a tal condición. Pero Miasfera no es nada sin mí; tal vez yo soy su dios, pero un dios impotente y triste. Tal vez Miasfera sea algún día benevolente y me permita sacar una mano y tocar la de otro ser humano. Tal vez ya lo hizo, pero no me he dado cuenta (no me he querido dar cuenta). Sí, quizá todo eso ya pasó, pero lo cierto es que sigo aquí, adentro, solo, y así es como debe ser. Sólo así es, para mí y para cualquiera, allá en sus soledades todos padecen lo mismo, pero muchos no se enteran. Para los que sí es este espacio, y al final, que venga el que quiera, pues aunque no lo acepte, su soledad es igual a la de cualquiera de nosotros.