sábado, 8 de enero de 2011

Mundo de Tinta, de Cornelia Funke




La advertencia de costumbre: quien tenga deseos de leer la trilogía Mundo de Tinta de Cornelia Funke (compuesta por Corazón de Tinta, Sangre de Tinta y Muerte de Tinta), y mantener los secretos de la trama intactos para el momento de la lectura, absténgase de leer esta reseña.

No sé por qué me ha dado por empezar todas las reseñas con una hablada de cómo encontré el libro en cuestión, pero en fin, aquí vamos; tal vez sea porque la mayoría de libros que me da por reseñar los encontré por casualidad. Como sea, allá por el 2006 me encontré en mi amodiada Librería Internacional un libro bastante interesante. Corazón de Tinta de Cornelia Funke. La contratapa, esa gran fuente de información a la vez que reveladora de secretos de la trama, me habló de una niña protagonista, bibliotecas fascinantes y, lo más importante, personajes con el don de traer a la vida a los personajes de los libros al leer en voz alta. La idea me fascinó de entrada, por lo que no dudé y lo compré. No sé si a los días o mucho después, compré la segunda parte, Sangre de Tinta, en la misma librería. Por lo que averigüé en Internet, se trataba de una trilogía aún por completar, pues la autora alemana estaba apenas preparando el tercer y último tomo.

La lectura de ambos títulos me produjo dos reacciones: fascinación por un lado, y ansias de leer la tercera parte, por el otro. Un par de años después me enteré de que la conclusión había salido al mercadoy, aunque la editorial Siruela, responsable de la versión al español de las dos primeras, la había editado a su vez, al parecer hubo un acuerdo con el Fondo de Cultura Económica para que la edición latinoamericana saliera en una especie de convenio entre ambas editoriales. El caso es que al ver que el libro no llegaba a las librerías nacionales, lo mandé a traer de México. Cuando por fin lo tuve en las manos, me percaté de que la historia permanecía muy poco en mi memoria, por lo que emprendí, el pasado diciembre, la relectura de los dos primeros tomos para rematar por fin la trilogía.

Ahora, tras la lectura completa y con un bachillerato en literatura a cuestas, la fascinación se ha multiplicado notablemente. La trilogía de Funke no es solo una excelente novela de aventuras, con una impresionante imaginativa y una trama emocionante y perfecta, sino una gran reflexión sobre el papel de la ficción en la existencia humana y, tal vez sin quererlo, un compendio de explicaciones sobre teoría literaria.

En la primera parte, Corazón de Tinta , asistimos a la presentación de los hechos: Meggie, personaje principal (al menos en esta primera novela, porque luego la cosa se complica al tratar de señalar un protagonista), es hija de un encuadernador (Mo) quien le ha transmitido su amor desbordado por la literatura. Viven en una granja apartada atestada de libros, entre los que ella ha vivido durante sus trece años de existencia. No obstante, su lugar de residencia ha cambiado en numerosas ocasiones y el paradero de su madre, según Mo, es desconocido. Una noche, un tipo aparece en medio de la lluvia. Su papá lo hace pasar y se encierra a hablar con él en su taller. Meggie los espía y, entre otras cosas desconcertantes, nota la extraña forma en que se llaman entre ellos: Mo llama al extraño Dedo Polvoriento, mientras este llama a Mo Lengua de Brujo. Conversan sobre un tal Capricornio, quien al parecer busca a Mo para pedirle algo. Dedo Polvoriento le pide que lo acompañen, pues él los puede llevar con Capricornio antes de que sus hombres los encuentren y los hagan ir por las malas.

La historia avanza y se crean nuevas interrogantes, como el paradero de la mamá de Meggie, de quien Mo solo dice que “se encuentra de viaje”. Además, Dedo Polvoriento siembra en Meggie una inquietud: ¿por qué su padre nunca le ha leído nada en voz alta? Cerca de la mitad del libro, asistimos a la explicación de los enigmas: diez años atrás, Mo regresó a casa con una caja de libros usados recién comprados. Entre ellos se encontraba una novela titulada Corazón de Tinta (el libro dentro del libro… más o menos) la cual, Mo y su esposa (Resa) decidieron leer juntos al calor del fuego. Meggie, de escasos tres años, jugaba con sus libros ilustrados. Durante la lectura, de pronto Mo vio, parados frente a él, a los tres personajes sobre los que acababa de leer en el libro: Basta, Dedo Polvoriento y Capricornio. En palabras del propio Mo “Mi voz los había arrancado del relato como si fueran marcapáginas que alguien ha olvidado entre las hojas”. Basta y Capricornio son los villanos del relato y salieron con todo y su hostilidad. Mo, a como puede, trata de explicarle a los tres lo que cree que acaba de pasar, pero se ve en problemas para sacarlos de su casa sin que lo lastimen o lastimen a Meggie y ¿Resa? No, Resa no está por ninguna parte. Tras recuperar la calma, Mo lo comprende: su voz sacó a los tres personajes y a cambio entraron al libro Resa y sus dos gatos, quienes estaban en su regazo mientras Mo leía. Dedo Polvoriento no está del lado de los demás, por lo que muestra sus respetos a Mo, pero acaba huyendo también en la noche. “Ha sucedido.- Se dice Mo.- ahora estás metido en medio de un relato, como siempre has deseado, y es espantoso”.

Con el tiempo, Capricornio se instaló en un pueblo y comenzó a reunir jóvenes callejeros para convertirlos en sus sirvientes. Así mismo, consigue un nuevo lector (por lector entiéndase alguien con las habilidades de Mo) para que traiga a “este” mundo a sus secuaces favoritos. Dado que el lector, Darius, es obligado siempre de forma cruel a leer, no puede evitar tartamudear, y los personajes que logra extraer traen alguna deformación, como la cara aplastada o una pierna coja. Inclusive, por accidente, sacó a Resa, en perfecto estado excepto por el hecho de que no puede hablar. Dada la situación, Capricornio desea encontrar a Mo para obligarlo a leerle pasajes en los que se mencionen grandes tesoros, para que estos vengan al mundo y le pertenezcan. A la vez, quiere recuperar el ejemplar de Corazón de Tinta que Mo conserva, pues quiere deshacerse de todos para que ya no haya manera de que nadie lo devuelva al mundo de que procede. Dedo Polvoriento, por el contrario, extraña su antigua vida y desea volver, por lo que tratará de evitar la destrucción de todos los ejemplares, mientras Mo lo hará pues cree que poseer uno es la única vía por la cual recuperar a Resa.

Capricornio los apresa, pues quiere a su servicio el don de Mo. Cuando logran escapar, buscan al autor de Corazón de Tinta, un viejo llamado Fenoglio, para ver si conserva algún ejemplar de su obra. Al encontrarlo, este les dice que tenía varios, pero le fueron sustraídos. Obra de Capricornio, por supuesto.

El enfrentamiento continúa y Meggie, quien es capaz de dar vida a las letras con su voz, tal como su padre, une fuerzas con Fenoglio para acabar con Capricornio.  Dado que  el anciano es el autor, puede producir nuevos textos sobre sus personajes y, con la voz de Meggie, encaminar sus destinos de la forma que le plazca. Él escribe y ella lee. En el enfrentamiento final, además de la derrota de los malos, ocurre algo inesperado: Fenoglio, tras la lectura de Meggie, desaparece sin dejar rastro. Ha terminado en el Mundo de Tinta (interior del libro), de donde ya no se sabe si podrá regresar.

La transición entre una novela y otra no resulta para nada forzado, por lo que se puede intuir que sí se pensó desde un inicio como una trilogía. Quedan muchos cabos abiertos: Dedo Polvoriento no consigue regresar, pero al final roba a Mo el único ejemplar que queda del libro que contiene su mundo. Así mismo, dos de los secuaces de Capricornio quedan con vida.

El segundo libro inicia con el hallazgo de Dedo Polvoriento de otro lector, llamado Orfeo, quien consigue introducirlo por fin de vuelta en su mundo. Sin embargo, Meggie no se queda con las ganas de conocer el Mundo de Tinta del que su madre le ha hablado tanto y lee para introducirse a sí misma en él. Ya dentro encuentra a Fenoglio, quien está cada vez más desconcertado: su mundo, el que él creó al escribir el libro, no sigue lo que él escribió sino que actúa por su propia cuenta. Personajes destinados a sobrevivir hasta el final de la historia fallecen, un déspota monarca se hace cada día con más poder y las cosas siempre terminan mal, a pesar de los intentos de Fenoglio y Meggie por enderezarlo todo a punta de letras y lectura. “A lo mejor la historia ha cambiado” afirma ella, “y ésta es una nueva y todo lo que dice el libro se ha convertido en una montaña de letras muertas”. Se pregunta el narrador, más adelante “¿Podía vivir ese mundo si su creador estaba muerto? ¿Por qué no? ¿Deja de existir un libro sólo porque haya muerto su autor?”. Estas cortas frases resultan una manera rápida y económica de explicar la noción de “la muerte del autor”, expuesta por Ronald Barthes en 1968. Lo curioso es que la separación no es únicamente entre el texto y su autor, sino también entre aquel y el libro que lo contiene, o sea, los signos físicos que lo forman.

Por si no quedó claro, cerca de la mitad del libro, al seguir saliéndosele todo de control a Fenoglio, el narrador ahonda en sus pensamientos: “A los mejor existía de verdad en alguna parte el diabólico narrador que seguía urdiendo su historia, imprimiéndole giros siempre nuevos, alevosos e imprevisibles”. Autor y texto, autor y narrador, se separan cada vez más, hasta que resulta casi imposible que el autor retome el control de sus propias palabras.

Por muchas circunstancias, Mo y Resa terminan también dentro del libro y con el primero ocurre algo interesante. Fenoglio, en parte para divertirse y en parte para darle a la gente de su mundo una salida de la opresión, escribe canciones para los juglares sobre un tal Arrendajo quien, al estilo de Robin Hood, roba a los ricos para darle a los pobres. Lo curioso es que como modelo para su personaje toma a Mo, y este, conforme pasa tiempo en el Mundo de Tinta, se va convirtiendo poco a poco en Arrendajo. Él nunca había blandido una espada, excepto para echar a Basta y a Capricornio de su casa y sin embargo ahora consigue hacerlo con relativa facilidad. De hecho llega a matar para defenderse, cosa de la que no se creía capaz. El tercer y último libro desarrolla esta oscilación del personaje entre Mo y Arrendajo, al punto de que en un momento empieza a dudar si realmente quiere regresar a su mundo, pues lo que lo ha rodeado durante meses se le hace tan real que ya no puede creer que se trate del contenido de un libro: “…y al ver cada rostro se preguntaba si realmente las líneas habían sido trazadas tan sólo por las palabra de Fenoglio o si en este mundo no había, pese a todo, un destino independiente del anciano”.

Este proceso sufrido por Mo es un claro caso de quijotización en primer grado. Fenoglio escribió canciones sobre él y poco a poco se va convirtiendo en el personaje que los demás lo llevaron a interpretar. No obstante el proceso se da de forma inversa: Alonso Quijano leyó mucho y decidió interpretar en su vida un papel libresco, a despecho de lo que dijeran o pensaran los demás, quienes de hecho insisten en recordarle su condición de simple hidalgo manchego. Mortimer Folchart (nombre completo de Mo), entra a un mundo libresco donde le está esperando un papel a interpretar, una vida donde los demás le exigirán que sus actos sean los de Arrendajo, a despecho de lo que él o sus seres queridos piensen. En las canciones de Arrendajo se habla de su inmortalidad; el Príncipe Negro le recuerda “Esto es la vida real, no las canciones”. Mortimer se pregunta, “La vida real, ¿qué es eso?”. Mo está hundido dos niveles por debajo de la realidad. Ya no es la misma persona. Su confusión recuerda al exánime “Yo ya no sé quién soy” de la segunda parte del Quijote.

Como se puede notar en estas líneas que apenas bosquejan una pequeña parte de la historia, el fuerte de la saga está en el desarrollo de sus personajes. Aunque, como es de esperarse en una novela de fantasía destinada a un público infantil (los tomos de Siruela señalan “12 años en adelante”), se da una clara división entre buenos y malos, los personajes no dejan de tener facetas que provocan cuestionamientos respecto a sus motivaciones, pertenezcan al bando que pertenezcan. Dedo Polvoriento es el mejor ejemplo de esta ambigüedad, al menos en los dos primeros libros. Él tiene un objetivo: regresar al Mundo de Tinta, por el cual llega incluso a cometer traición al entregar a Mortimer a Capricornio. Su motivación es perfectamente comprensible, hasta que nos enteramos de que Dedo Polvoriento sabe que Resa ha sido recuperada del libro y es cautiva en el castillo de Capricornio. A la vez, él no informa a Resa de que su familia está cerca, ¿es que acaso siente algo por ella? ¿Quiere mantenerla lejos de ellos y dejársela para sí? Es difícil asegurarlo, pero aún así no cuesta nada sentir rabia contra él en ciertas secciones del relato. Así mismo, la familia de Meggie no llega a estabilizarse por completo, pues ella no puede evitar sentirse celosa por esa extraña que de pronto llegó a ser, a demás de su madre, la esposa de su padre, a quien ella había tenido para sí  durante toda su vida.

Al final de la historia, Meggie y su familia permanecen en el Mundo de Tinta. Resa da a luz a un hijo, quien crece arraigado a esa realidad. Sin embargo, tanto Meggie como la tía Elinor le contarán de ese  otro mundo de máquinas voladoras, música enlatada y carruajes sin caballos, un mundo que considerará “emocionante, mucho más emocionante que el suyo”. Esta frase cierra la trilogía y uno no puede dejar de sentirse vacilado. No porque el final sea malo, sino porque venimos leyendo más de 1900 páginas sobre personas que, como nosotros lo hemos hecho incontables veces, han soñado con introducirse en el mundo de los libros para vivir las aventuras que han estado reservadas desde siempre a los héroes y heroínas de tinta y papel, y todo termina con alguien que, habiendo nacido en ese mundo, añora el nuestro. Esa es la última reflexión de Mundo de Tinta: la ficción siempre estará ahí, tentándonos con sus bellezas, sus horrores, sus aventuras y desventuras, porque nunca estaremos satisfechos con lo que tenemos. La labor de la ficción es llenar ese vacío, aunque sea parcialmente; si lo llenara del todo y pasara a ocupar el lugar de nuestra realidad, tal vez todo sería “espantoso”, como lo percibió Mo al tener delante a Basta y a Capricornio. Casi dos mil páginas de excelente literatura. No hay que perderle la pista a Funke, quizá, la mejor autora de fantasía contemporánea.

Nota adicional: hace un par de años se hizo una adaptación al cine de Corazón de Tinta, Inkheart en inglés. Recomiendo fuertemente NO ver la película, al menos sin leer el libro antes. Es una pesima adaptación y una pésima película.