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viernes, 9 de abril de 2010

Alicia en el país de las taquillas

Valga esta entrada para inaugurar la nueva plantilla del blog. Gracias A lexánder Obando por su ayuda con la misma.

Advertencia: Quien no haya visto la más reciente versión de Alicia en el país de las maravillas (Tim Burton, 2010) y pretenda hacerlo, absténgase de leer el texto. Luego no digan que me puse a contar la cinta o algo parecido.

Las mejores adaptaciones de obras literarias al cine son, a mi gusto, aquellas que generan algo nuevo a partir del texto original. Si bien en muchos casos uno quisiera ver exactamente la novela que leyó adaptada a la pantalla (lo que me pasa con Narnia, por ejemplo), es innegable que un distanciamiento creativo de parte del director puede enriquecer la obra. Al fin y al cabo se trata de una traducción, puesto que el lenguaje literario y el cinematográfico no son iguales, por lo que es interesante ver modificaciones en los diversos aspectos de la adaptación.

Cuando supe que Disney estaba planeando una nueva versión de Alicia en el país de las maravillas, experimenté una serie de sentimientos encontrados. En primer lugar, pensé que por fin se había realizado mi sueño de ver una versión de Alicia con actores reales y una buena producción, lo cual, evidentemente, me esperanzó. En segundo lugar, dado que el título era el mismo de siempre, supuse que no se trataría más que de un refrito de la misma historia con un montaje contemporáneo, lo que no me pareció tan alentador. Eso por no mencionar que la estética de Tim Burton no es de mi completo agrado (aunque reconozco que el cabrón es un genio), por lo que todavía dudé más respecto a que la cinta me fuera a cuadrar.

El día que vi la película salí muy contento. Razones: 1) La emoción de ver una Alicia contemporánea y con tan buenos efectos adormeció mi capacidad crítica y 2) La Alicia estaba tan guapa que… bueno… adormeció mi capacidad crítica.

Ya con la mente (y todo lo demás) en frío, me fue imposible obviar algunos aspectos que definitivamente convierten a esta nueva versión de la obra de Carroll en una más entre tantas.

Del trabajo de Burton en la producción no hay mucho qué decir: simplemente impecable. La ambientación sórdida y retorcida (sin excesos), de su factura tan peculiar, le da al País de las maravillas una pinta como la merece. La Reina Roja cabezona me fascinó, así como el efecto de la aparición y desaparición del gato. De Anne Hathaway como la reina blanca no puedo decir mucho objetivamente porque la mujer también me encanta. Un poco sobreactuada tal vez, pero da la impresión de que esa era la idea. De hecho, las actuaciones me decepcionaron mucho, sobre todo la de Alicia: la chiquita está muy bonita pero es demasiado inexpresiva y no logra naturalidad en los gestos. Johnny Depp me pareció bien, pero tal vez porque este mae con cualquier cosa medio rara que haga ya lo conquista a uno.

Ahora bien, en cuanto al guión, me gustó que la propuesta se alejara de la historia original y buscara más bien complementarla. Sin embargo, el resultado fue de lo más burdo: convirtieron a Alicia en una predecible historia de fantasía épica.

En Las transformaciones del cuento maravilloso, señala Vladimir Propp:

“Podemos, en efecto, observar que los personajes de los cuentos maravillosos, sin dejar de ser diferentes en cuanto a su apariencia, a su edad, su sexo, su tipo de preocupación, su estado civil y otros rasgos estáticos y atributivos, llevan a cabo, a lo largo de toda la acción, los mismos actos”. (pp. 16-17)*.

En efecto, es clásica, por ejemplo, la historia del héroe que parte a un viaje en busca de un objeto singular que le ayudará a vencer el mal. En la Alicia de Burton tenemos una heroína, Alicia, que llega al País de las maravillas y resulta ser la elegida (anunciada por una profecía y todo) para acabar con la tiranía de la Reina Roja, para lo que necesita conseguir la espada que le permitirá vencer al Jabberwocky (dragón dientón). Desde los evangelios, pasando por los poemas homéricos, las leyendas artúricas, Juana de Arco, Tolkien, Narnia y Star Wars, las narraciones con este formato mesiánico del enviadoquelibraráalpueblodelaopresión abundan. No es un problema que lo hagan, pero sí es un problema reducir una obra maestra de la sátira y el absurdo como Alicia a este esquema tan trillado.

La trama es completamente lineal y avanza como lo haría en una típica película de fantasía reciente, dígase El señor de los anillos, Las crónicas de Narnia, La brújula dorada o cualquiera de las que han comenzado a pulular desde la pasada década, al punto de que termina con una batalla climática entre las fuerzas del bien y del mal. Aclaro que todas estas películas me gustan (excepto La brújula dorada, ver mi diatriba contra ella aquí), porque soy un enamorado incorregible de la fantasía épica, pero Alicia en el país de las maravillas, si bien puede ser muchas cosas, NO es una historia de esta índole. Ver al Sombrerero loco volando espadazos y a Alicia con brillante armadura me pareció algo totalmente fuera de lugar, que disloca la esencia de la obra original y convierte la adaptación en una historia que, con solo cambiarle los nombres a los personajes, dejaría de ser Alicia. Se trata de un excelente ejemplo de una versión cinematográfica que, al distanciarse del texto literario, termina por traicionarlo.

Linealidad, coherencia, heroísmo maniqueo, amistad cursi, batallas épicas, monstruos imponentes, espadas encantadas, bailes ridículos (porque los hay, olvidé mencionarlos antes)… en fin,  de todo lo que está de moda y le gusta al actual público meta de Disney: gente incapaz de disfrutar de una obra diferente, sarcástica, crítica y poco convencional. Y no me refiero al público infantil, porque este está respaldado por casi siglo y medio que lleva leyéndose Alicia sin ninguna queja. 

* Propp, Vladimir. Las transformaciones del cuento maravilloso. Buenos Aires: Rodolfo Alonso Editor. 1972.Traducción de Hugo Acevedo.

domingo, 25 de enero de 2009

... por eso, hubiera sido mejor no hacer películas de La Materia Oscura


La Materia Oscura (His Dark Materials) es una trilogía de libros de fantasía del autor inglés Phillip Pullman. La saga, aunque se puede colocar en el mismo género de, tal vez, Las Crónicas de Narnia, no es lo que se pueda decir una novela para niños. Su protagonista, Lyra, se presenta desde el primer libro como una niña problemática, que fuma, toma y comete infinidad de travesuras y desacatos a la autoridad. No es que yo sea un moralista, sino que además de eso, La Materia Oscura posee una fuerte dosis de reflexión teológico filosófico antropológica que no puede ser comprendida a cabalidad por una mente infantil. En realidad, la postura del texto es firmemente ateista y arreligiosa: Dios simplemente no existe, es un engaño perpetrado por un ángel que, cuando se dio cuenta de que existía, vio muy conveniente auto proclamarse el creador del universo, y se presentó a los seres humanos como su Dios, Señor al que tenían que rendir culto. El origen de cuanto existe es una sustancia llamada "polvo", que fluye a través de los seres y los objetos, y el cual dota a los seres humanos de la racionalidad. El universo en cuestión no es unitario, sino que está dividido en una infinidad de mundos paralelos. Los villanos de turno son la Iglesia Católica y sus similares de los otros mundos (El Magisterio, en el caso del mundo del que procede Lyra). Las autoridades religiosas aparecen como déspotas, asesinos y desvergonzados que mantienen al mundo bajo su control mediante las mentiras sobre Dios y la noción del bien y el mal, y que no dejan de cometer atrocidades, como matar niños, en pro de conseguir sus fines.

¿Qué inconveniente hay en que los niños lean una obra como esta? No quiero que se piense que estoy en contra del ateísmo ni que apoyo una organización como la Iglesia Católica, sin embargo, considero que la obra es en extremo compleja como para que un niño, al menos uno menor a los doce años, la pueda consumir adecuadamente, sin las confusiones y enredos que una trama como esta le pueda producir.

Dicho esto, hablemos de la(s) película(s). El primer libro fue llevado al cine por New Line Cinema en 2007. Todo parecía señalar que se trataba del principio de una nueva gran trilogía de fantasía, que tal vez seguiría los pasos de las excelentes adaptaciones de El Señor de los Anillos. Tras haber visto la primera adaptación, uno podía fácilmente caer en la cuenta de que no sería así. Aunque los efectos especiales, las actuaciones y las ambientaciones llenaron mis espectativas, la adaptación del guión no conseguía emular la atmósfera aventurera y desafiante del libro y parecía una sucesión de acontecimientos unidos por un hilo conductor casi inexistente. Los personajes no se desarrollaron adecuadamente, no hubo profundidad en sus caracteres y tras apenas 113 minutos la cinta terminaba en un final abrupto y forzado. El caso es que, tratándose de una trilogía, podíamos esperar que las cosas mejoraran en las siguientes entregas. Aunque era difícil, nada costaba mantener la esperanza. Hoy, más de un año después del primer estreno, ni siquiera existen noticias oficiales del futuro de la serie. Tomando en cuenta que la protagonista es una niña de aproximadamente doce años, no se puede pretender que siga siendo la misma mientras a la compañía se le ocurre qué va a hacer. Esto, aunado a toda la serie de consideraciones obvias que supone un silencio tan prolongado, nos da a entender que la saga se quedará para siempre en una sola película.

¿Qué pasó? Pues en realidad, es muy fácil de comprender. La Materia Oscura es una saga controversial hasta decir basta, la cual ha sido atacada en múltiples ocasiones por organizaciones religiosas (a quienes ella misma ataca). Una historia de esta naturaleza no se puede dar al gran público sin dificultades. Aunque los libros se hayan publicado y hayan sido todo un éxito, una película tiene muchísima más publicidad y difusión, máxime si se trata de algo supuestamente orientado a los niños. Sinceramente, me parece que New Line Cinema no supo en lo que se estaba metiendo al aceptar rodar las cintas, y creyó que se trataba de una historia inofensiva, cargada de magia y fantasía que conquistaría a miles de niños y jóvenes. Hacer una película de La Materia Oscura solo se podría si se orientara a un público adulto, para evadir a quienes digan que se quiere envenenar la mente de los pequeños, pero esto no dejaría tanto como si se masifica para el público infantil (juguetes y demás parafernalia incluída). De esta manera, todo se resume en dinero: la película no recaudó lo que se esperaba, lo cual, en parte, se puede deber al boicot organizado por la comunidad religiosa (dígase cristiana); las hipotéticas secuelas, cuyos libros base están llenos de alusiones y críticas a la religión organizada aún más directas, serían atacadas con más fuerza, lo cual dejaría aún más pérdidas a la prestigiosa New Line. En síntesis, no es rentable realizarlas, por lo que, gracias a una ligereza al considerar lo que se estaba tratando de producir, se cometió una aberración tal como dejar una trilogía en solo su primera parte, en lo que se puede considerar una falta de respeto a la obra literaria original, a su autor y a los miles de lectores que a nivel mundial hemos disfrutado de su obra y que quisiéramos verla adaptada a la pantalla.
Todo por plata, como siempre. Por eso, hubiera sido mejor no hacer películas de La Materia Oscura.