martes, 13 de julio de 2010

No todos los extremos son malos



Dicen que la basura de una persona puede ser el tesoro más grande para otra. Un autor como Stephen King, visible en las estanterías de toda librería popular, es usualmente relegado al plano de la subliteratura o literatura comercial, pues se ocupa de un género marginado como lo es el terror o suspenso. Nunca se escucha (me atrevería a decir que nunca se escuchará) que alguien analice una novela de King, mucho menos que le dedique una tesis. En fin, quiero decir que se le relega de la academia, de la "buena literatura". 

Lo único que había leído de King era "Uno para el camino", un predecible cuento incluído en Vampiras: antología de relatos de mujeres vampiro de El Club Diógenes, Valdelomar (2003), con lo que no podía hacerme la más remota idea de su calidad (o falta de ella) como escritor. Acabo de terminar su novela Montado en la bala y, aunque aún no tengo bases suficientes para dar un panorama de su calidad literaria, debo decir que el relato me sorprendió. Podría decirse que es una mala novela-de-terror, porque no presenta nada que no haya sido explotado hasta el cansancio en el género pero, sin etiquetarla, se puede considerar una buena historia, entretenida y que deja en el aire esa pregunta de "¿Qué hubiera hecho yo?", lo cual no es propio de un mal texto. Tiene un buen contenido humano y desarrolla adecuadamente los personajes, de modo que se entienden las motivaciones de sus acciones, aunque estas no siempre sean las más loables. No me esperaba este tipo de complejidad que, si bien no es profundísima, ahuyenta un poco la idea de estar leyendo un texto meramente comercial. En síntesis, es un buen texto para leerlo de una sola sentada (94 pp., letra grandecita), oyendo Black Sabbath y comiendo galletas de avena una noche lluviosa.

Ahora bien, ¿es provechoso leer este tipo de literatura que, sin ser de primera categoría, entretiene y deja recuerdos agradables tras su consumo? Cambio la pregunta, ¿tiene que ser la literatura provechosa para que valga la pena que sea leída?

En alguna ocasión un amigo me contó que se avergonzaba de sacar Harry Potter en el bus porque se sentía poco culto y conocedor leyendo eso. Creo que no es nada para avergonzarse. Cualquiera que tuviera el atrevimiento de decirle algo al respecto ("¿por qué lee esa mierda?", por ejemplo), además de estarse metiendo en lo que no le importa, se podría llevar una sorpresa si mi amigo le informara que lee todo tipo de literatura, desde García Márquez hasta George Orwell, Lope de Vega, Herman Hesse y, claro, J.K. Rowling. A decir verdad, son muchos los casos de personas que, en su cómoda posición de académicos (o incluso de expertos autodeclarados), se atreven a juzgar obras populares o comerciales sin tan siquiera haberlas leído. El título de "best seller", a como es atrayente para el lector promedio, resulta repugnante para los "entendidos", quienes no se detienen a pensar que el Quijote es de los libros mejor vendidos de la historia, así como también le andan cerca Cien años de soledad y otros títulos ampliamente reconocidos como "buena literatura".

Por otro lado, existen los libros pertenecientes a géneros marginados, como el terror, la fantasía, la ciencia ficción, la novela policial y hasta la mal llamada novela "romántica", que suelen contarse entre la literatura de consumo, hecha para que el vulgo se entretenga, y por tanto desterrada de la "crítica especializada". En una ocasión, un profesor me decía que a la literatura contemporánea no hay que pedirle profundidad, pues en una era donde la imagen se ha vuelto el centro de atención, lo que lleva a que sean la televisión, el cine y los videojuegos los titanes del momento en cuanto a entretenimiento, la literatura debe preocuparse de que el libro permanezca en manos del lector, sin importar el costo. No estoy del todo de acuerdo con esa afirmación, pues no creo que la solución sea siempre obedecer a la demanda, sino más bien lograr que la demanda sea otra, pero sí comparto la opinión de una profesora que me decía una vez, refiriéndose a Harry Potter y a Las crónicas de Narnia, que esos libros han logrado poner a leer a los niños y a los jóvenes, lo cual estaba casi perdido del todo.

Un amigo me comentaba hoy mismo que le iba a comprar a su hija el libro Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite. Me interesé y le pregunté si la niña tenía el hábito de lectura. Respondió que sí y que actualmente se estaba leyendo la saga vampirosa de Stephanie Meyer. Por un instante estuve a punto de despotricar contra su paternidad irresponsable que permitía que su hija leyera semejante basura, pero recapacité y me acordé de mí mismo a los doce años cuando los libros, fueran de lo que fueran, eran tan ajenos a mí vida como los camellos de tres jorobas. El asunto me dejó pensando. A la larga y tiene razón mi profesora al resaltar el aspecto positivo de este tipo de novela, que logra enganchar a los niños y a los jóvenes, lo cual deja claro que no toda esperanza está perdida para la literatura; quedan representantes de las nuevas generaciones (muchos de ellos) que devoran miles de páginas atrapados por la magia de la lectura y que son potenciales consumidores de mejores propuestas. Todo está en que estos jóvenes descubran que hay mucho más por leer que lo que les ofrecen las librerías y la publicidad de Hollywood, tarea que nos toca a los que ya hemos andado un poco más de camino. Es muy fácil ensañarse contra Meyer y Rowling mientras se cruzan los brazos y no se hace nada por mejorar nuestra situación cultural, que requiere cuidados intensivos desde hace tiempo.

Al final, los extremos no son tan malos si se sabe jugar con ellos. Dijo Alexánder Obando (lo parafraseo) que él se siente atraído tanto por lo sublime como por la basura, preferencia que comparto pues, a como me encanta experimentar la lectura de un libro genial o la contemplación de una magnífica película, también me gusta relajar mi sentido estético de vez en cuando con violencia, fantasía, comedia o sensualidad poco justificadas.

11 comentarios:

Gustavo Solórzano-Alfaro dijo...

Hay un esnobismo rampante en el mundo de la cultura. Eso todos los sabemos, lo cual lleva a un "intelectual" a rechazar la música popular, el fútbol o la comida rápida.

De hecho, vos que disfrutás con el heavy metal lo ves a diario: si un grupo empieza a vender muchos discos y lanza un video en MTV pasa a ser "comercial" y "basura", sin importar la canción. Y solo el grupo que más grite en lo subterráneo seguirá siendo escuchado como grupo de culto.

Con la literatura sucede igual. Ahora, hay una diferencia entre un niño que se interesa por x o y historia y un güevón que solo lee unas cuantas novelas populares, las de moda, las del momento, las que la Internacional le vende y listo.

Por otro lado, no creo que el fenómeno de "Harry Potter", por ejemplo, sea nuevo, y haya logrado que más niños lean (de hecho, el prejuicio es creer que antes no leían o que habían dejado de leer). Historias para niños, más sencillas y directas (sin que eso tenga nada de "malo") han poblado la literatura y el mundo editorial desde hace bastante.

Yo leía series de hermanos o amigos detectives (adolescentes), como "Los Hollister", "Los gemelos", "Gilles" o los "Cuatro en acción". Algunos eran gringos, otros españoles, otrso frances y otros ingleses. Luego empecé con Julio Verne y Mark Twain. En el medio me leía "Corazón", de Edmundo de Amicis. Y todo eso me fue abriendo las puertas, poco a poco. Como el interés siguió fue lógico que pasara a otras cosas.

En fin, cada quien es libre de leer, o consumir, lo que mejor le plazca, y nadie tiene derecho a criticarlo. Además, todos disfrutamos con placeres culposos, que no deberían serlo, y somos muy felices con eso.

Pero eso sí, una vez que entramos en el ámbito de la literatura, en "serio", no podríamos aceptar que "todo valga". Es un campo particular, como cualquier otro, y hay productos de calidad y otros no. Una cosa es leer a Paulo Cohelo, y otra muy distinta pretender que es de gran calidad o igualmente válido que Dostoievski.

Y bueno, tema siempre interesante y complejo.

Saludos

Lucas Berruezo dijo...

En cuanto a los críticos, el problema tal vez se encuentre en el hecho de juzgar una obra por el género al que pertenece y no por su calidad. De cualquier manera, hablar de géneros sin remitirse a ninguna obra en particular es de por sí vano. Se puede repudiar el género fantástico o el policial, pero cuando se señala que Borges incursionó en ambos de manera magistral el repudio debe, por fuerza, caer. Por mi parte, creo que lo que realmente importa es la calidad de quien escribe y de la obra en cuestión (que a veces se dan juntas y otras tantas no). Si la escritura es buena, tarde o temprano se terminará aceptando como tal. Es lo que ocurrió con Stephen King, que en 2003 le otorgaron el National Book Award por Contribución Distinguida a las Letras Estadounidenses (una de los premios más importantes de ese país) y en 2006 la prestigiosa revista The Paris Review le dedicó una de sus célebres entrevistas (colocándolo junto a Borges, García Márquez y Updike, entre otros). Además, en Argentina ya se lo incluyó en la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires (en la materia “Literatura del siglo XX”). En fin, creo que debemos hablar de obras específicas y, antes de hacerlo, leerlas.

En cuanto a los lectores, que cada uno lea lo que quiera, que en el mundo en que nos tocó vivir, el sólo hecho de leer es digno de elogio.

Luissiana Naranjo dijo...

Yo como de todo, es decir, que husmeo todo lo que me rodea, música y literatura, sin importar lo que los -otros- digan, es bueno siempre defender tus propias opiniones y gustos, ser el crítico de tus propias decisiones y arrematar cuando alguien dice por donde debo caminar. Y deshecha lo que dentro de vos decida que no sirve...

Me encantó el punto que defiendes, escucha tu propia ruta!!!


saludos

J.P. Morales dijo...

Gustavo: A ese esnobismo precisamente es al que apunto en la entrada. Tu analogía con lo que pasa en el métal es precisa. Envidia hacia los que logran ser notados de una u otra manera es lo que mueve muchas de esas actitudes, extendibles por supuesto al mundo literario. También de acuerdo con lo del niño que lee sus liviandades y el güevón que no sale de ellas. Por eso señalo al final que es tarea nuestra y de todos abrirles a los incipientes lectores todos los mundos que tienen a su disposición para adentrarse, que por supuesto son más que los que ofrecen las librerías como la Internacional.
Ahora, es un hecho que el fenómeno de Harry Potter no es nuevo, pero es así mismo cierto que es necesario, o cuando menos útil, que nuevos libros de este tipo aparezcan para atraer jóvenes a la lectura. Cierto que hay quienes desde niños frecuentan mucho mejores lecturas, pero la satanización que tiene la lectura hoy en día necesita puentes livianos como estas sagas. Debo decir que para mí el que los niños y jóvenes no leen no es un prejuicio, es un hecho. Me gustaría saber por qué te parece un prejuicio, a ver si seguimos el debate.
Por último, totalmente de acuerdo: nuestros placeres culposos no deberían serlo. Pura vida y gracias por colaborar, como siempre.

Lucas: En efecto, los géneros a veces devienen en excusas para quienes no quieren leer ciertas cosas, sea por las razones que sea. A fin de cuentas, como decía mi amigo Luis Ricardo Rodríguez, "solo hay dos tipos de literatura: la buena y la mala". Me alegra escuchar lo de Stephen King en los programas de la Universidad de Buenos Aires. Insisto en que no lo he leído lo suficiente, pero eso me suena a una apertura muy apropiada y necesaria. Un gusto tenerte de vuelta por acá. Un saludo.

Lussy: Totalmente de acuerdo, tus palabras hablan con sabiduría, jeje. Un abrazo y gracias por pasar, como siempre.

Gustavo Solórzano-Alfaro dijo...

Con lo del prejuicio me refiero a que los mismos adultos (con su pensamiento adultocéntrico) promueven la idea de que "los niños no leen". Ahora muchos leen "Harry Potter", pero muchos otros no. Igual, hace 20 años, o hace 50, como señalaba, había niños con acceso a la lectura y otros no. Se leían otras cosas. Pienso en la serie "Barco de Vapor". Muchos de mis sobrinos leían esos textos.

Por otro lado, me llama la atención que la queja sea por la falta de lectura, pero nadie se queja de la falta de escucha de música o visionado de cine o teatro. Lo que debemos hacer es enseñar a interpretar esos signos. Los sistemas de enseñanza producen analfabetos funcionales (medio leen y medio escriben), porque no les interesa que la gente aprenda a "leer" la pantalla o el sonido.

Alexánder Obando dijo...

1. Creo que los niños leen desde que hay libros, y en lo que a mi corresponde, también creo que se les debe permitir leer todo lo que quieran.

2. Si un adulto solamente lee obras infantiles y juveniles, pues no se puede hacer nada contra su limitación neuronal. Pero aclaremos que ya lleva una ventaja frente a los que no leen del todo.

3. Una democracia razonablemente estable suele tener una amplia clase media. Un país medianamente culto suele tener una gran cantidad de lectores, sin importar lo que lean.

4. Cuando ya hay una población lectora, ya podemos hablar de literatura como arte y literatura como entretenimiento. Pero una forma, como bien decís, Pablo, no excluye a la otra. Creo que cada cual debe leer lo que quiere, igual que los niños, pero ser consciente de sus gustos, apetencias, inclinaciones y limitaciones, o al menos tratar de ser conscientes.

5. Creo firmemente en la complementariedad. Actualmente leo una novela de Clive Barker, un escritor de "best sellers" de terror. Su literatura es como la de un psicópata afeminado mezclado con Poppy Z. Brite o Palahniuk. Tiene toques brillantes y toques nefastos. Mi otra lectura es "Antiquity", un manual de historia antigua por el historiador Norman Cantor. De ambos libros estoy aprendiendo mucho.

6. La expresión "best seller" nos sigue asustando mucho. Igual nos debería gustar o preocupar lo "academy approved", más cuando quienes proponen esos abismos insalvables son bestias insalvables. Para extender este aspecto, recomiendo la entrada de Sentencias Inútiles titulada "La carta rechazada".

Y tu texto... ¿es literatura? porque igual, me deja pensando. Gracias por esta provocación.

Diana Puzuzi dijo...

Por alguna razón no me complace sumarme al debate litereario, prefiero fijarme en las cosas divertidas y bonitas en las que se fijaría un niño, por ejemplo, me agrado lo de leer un libro oyendo música y comiendo galletitas de avena en una noche lluviosa, creo que lo voy a intentar, y disculpen por romper su circulo intelectual. uff!, hasta donde me llevará esto de ser diferente a los demás?! (sarcasmo)

J.P. Morales dijo...

Gustavo: ya me cayó el cinco con lo de los prejuicios. Yo he escuchado gente preocupada por el cine y el teatro, pero es cierto que el temor es más hacia la falta de lectura. En todas las artes nos falta apreciación y gusto. Muy cierto.

Álex: Me gustó la analogía entre la democracia estable y el país culto. Creo que nuestro resultado sería un inútil empate a cero. Por otro lado, la complementariedad, como decís, es fundamental para el adecuado balance entre goce y aprendizaje. Ya leí lo de carta rechazada y hasta que se me paró el pelo. IGual hay que cuidarse del bestsellerismo y del academismo, definitivamente. Si mi texto es literatura no soy quién pare decirlo. De nada, como siempre.

Oikgasmic: ¿CÍRCULO INTELECTUAL? ¿DÓNDE? ¡GUÁCATELAS! Mae aquí se vale de todo y pues, de todas maneras el que mencionó lo de la música, las galletas y la lectura fui yo mismo, así que es totalmente válido notarlo. De hecho, fuiste el único, ve vos... Éntrele a la noche de lectura y galletas rockeras. Si sos rockero o rockera, si no, con lo que te cuadre. Te soy la bienvenida a la esfera.

Diana Puzuzi dijo...

supongo que tuve que haber escrito la palabra sarcasmo en mayúscula, en fin, gracias por sarme la bienvenida a tu blog ^^

Diana Puzuzi dijo...

ah!, y entre otros generos, como la música clasica, me encanta el metal!

J.P. Morales dijo...

Sí noté lo del sarcasmo pero en fin. Nos vamos a llevar bien metalosamente hablando, entonces. Tuanis.