martes, 3 de agosto de 2010

Marcelo Figueras, La batalla del calentamiento.

















Muchas circunstancias pueden acercarlo a uno a un libro. No son pocas las ocaciones en que he terminado con una obra maestra entre las manos (y frente a los ojos) gracias a una oferta o liquidación de una librería. Hace unos meses pasé a Nueva Década a esculcar una caja que tenían con libros de Tusquets a mitad de precio. Me habían dicho que por ahí habían encontrado una novela de Daniel Sada que me interesa. Volví al revés la caja como cuatro veces y no di con el título esperado. Tras reputearme a mí mismo por haber pasado antes por ahí sin revisar la caja, decidí fijarme en el resto de las rebajas. Noté un libro grande y llamativo de Alfaguara: Marcelo Figueras. La batalla del calentamiento. 544 pp. Al igual que los de Tusquets, el libro costaba 5 rojos. Unos versos encabezaban el texto de la contratapa:
 
 "En la batalla del calentamiento
había que ver la carga del jinete.
¡Jinete, a la carga! Una mano..."

Inmediatamente recordé la canción que me hicieron memorizar en el kinder (un poco distinta a la citada, eso sí) y le apunté unos puntos al autor por la escongencia del título. Leí  el resto de la contratapa y me convencí. Los cinco rojos que traía dispuestos a gastar en Sada los gasté en Figueras.

La batalla del calentamiento es una novela convencional en su forma, que convina elementos de suspense, el cuento de hadas y el realismo mágico. Presenta elementos fantásticos como un lobo que habla en latín, un hombre extraordinariamente grande, una niña con poderes sobrenaturales (recuerda mucho al coronel Aureliano Buendía y a Clara del Valle, que son basicamente el mismo personaje solo que en novelas diferentes [y de distinto autor... :s]) y una mujer que aparenta creer en los duendes y las banshees, pero no asì en Dios ni en el valor de la ficción. A estos tres, cuya historia es el hilo narrativo fundamental, se suma una flota de personajes secundarios, cada uno más pintoresco que el anterior, entre los que se cuentan una señora que odia los niños, un regidor con doble personalidad, un abogado tímido y un empleado público disléxico.

La novela sigue a Teo, el gigante, y podría decirse el personaje principal, quien conoce casi accidentalmente a Pat, la de los duendes y banshees, y a su hija Miranda, la de los poderes. Una noche de sexo entre los dos primeros, quienes no pretendían otra cosa más que aprovecharse entre sí durante un rato, los une sentimentalmente, por lo que forman una familia improvisada con la pequeña Miranda. La narración desarrolla las personalidades y las historias de los tres, a la vez que ahonda en la amplia paleta de personajes secundarios y profundiza en la historia y las características de Santa Brígida, el pueblo donde transcurre la mayoría el relato. Este poblado cordillerano, supuestamente ubicado al sur de Argentina,  es escenario de todo tipo de acontecimientos, desde una guerra entre los pobladores originales y los hippies inmigrantes, hasta un festival anual, el sever (revés) donde toda norma se invierte y todo el mundo tiene derecho para ser lo que no es. El espacio se convierte en un personaje más, del que se cuentan hasta los motivos de su bautizo.

La prosa de Figueras es fluida y absorbente, sin grandes proesas lingüísticas, pero por ello dotada de una adecuada transparencia. Los diálogos son coloquiales, creíbles, frescos, perfectamente imaginables en una conversación. La descripción es rica pero no agobiante, de modo que se generan físicos y ambientes que toman forma inmediantemente en la imaginación. Estructuralmente, las retrospectivas que van revelando el pasado de los personajes están bien distribuidas, lo que consigue que el misterio se devele progresivmamente y mantenga el interés vivo hasta el final. Todo esto salpicado siempre por un fino humor.

Sin duda el punto fuerte de la novela es el desarrollo de personajes, que consigue que se gesten en el lector sentimientos (a veces encontrados) hacia cada uno de ellos. Las personalidades quedan sólidamente definidas y se perciben los choques entre ellas. Pat y Teo armonizan, pero ella, aunque lo acepta en su casa, se empeña en esconderle los filamentos más finos de su pasado, con la excusa de que lo hace para proteger a Miranda de su cruel y poderoso abuelo paterno. Aunque todo parece indicar que Teo es de confianza, Pat no cede en su reserva, y al irse complicando las cosas es el mismo gigante quien tiene que averiguar sobre los orígenes de la niña. Por su lado, el abogado Dirigibus, tímido hasta el alma, quien ha pretendido durante años a la señora Pachelbel, se ve de pronto inmiscuido en un triángulo amoroso que jamás hubiera sospechado. Eso por mencionar un par de casos.

Otra cumbre del texto es la efectiva manera en que combina la temática fundamentalmente fantástica con referencias a la dictadura argentina, las cuales pasan de aparecer ocasionalmente a ser uno de los pilares de la historia, de modo que la imaginación se funde con la más cruda realidad en las dosis adecuadas. El resultado es un universo independiente (la utilización de un pueblo imaginario se revela como utilísima) salpicado aquí y allá por la veracidad de nuestro mundo (este tipo de combinación me recuerda a El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro).

El ritmo de la narración es dinámico, aunque decae un poco en los capítulos dedicados al pasado del pueblo, que no logra ser tan interesante como su presente. Uno quisiera seguir leyendo en todo momento sobre los acontecimientos actuales y resiente un poco las retrospectivas, como la dedicada a las guerras hippies.

La trama principal se ramifica en otras historias, todas interesantes, hasta desembocar a un momento de alta tensión donde se esperan muchos acontecimientos... pero el narrador de pronto zanja todo con un par de líneas donde afirma que lo que uno tanto teme que ocurra, simplemente no lo hará y cierra la novela con un suceso un tanto cursi y predecible, que tal vez hubiera funcionado si todos los cabos se hubieran atado adecuadamente. El punto flaco es, por tanto, el final.

Una excelente novela, aunque su descenlace impidió que pasara a ocupar un lugar entre mis favoritas. Figueras parece un digno (tal vez demasiado digno) heredero del realismo mágico del boom, el cual combina ágilmente con la escuela universal de los cuentos tradicionales y con los relatos testimoniales. Lectura recomendada para todo tipo de lectores.

martes, 13 de julio de 2010

No todos los extremos son malos



Dicen que la basura de una persona puede ser el tesoro más grande para otra. Un autor como Stephen King, visible en las estanterías de toda librería popular, es usualmente relegado al plano de la subliteratura o literatura comercial, pues se ocupa de un género marginado como lo es el terror o suspenso. Nunca se escucha (me atrevería a decir que nunca se escuchará) que alguien analice una novela de King, mucho menos que le dedique una tesis. En fin, quiero decir que se le relega de la academia, de la "buena literatura". 

Lo único que había leído de King era "Uno para el camino", un predecible cuento incluído en Vampiras: antología de relatos de mujeres vampiro de El Club Diógenes, Valdelomar (2003), con lo que no podía hacerme la más remota idea de su calidad (o falta de ella) como escritor. Acabo de terminar su novela Montado en la bala y, aunque aún no tengo bases suficientes para dar un panorama de su calidad literaria, debo decir que el relato me sorprendió. Podría decirse que es una mala novela-de-terror, porque no presenta nada que no haya sido explotado hasta el cansancio en el género pero, sin etiquetarla, se puede considerar una buena historia, entretenida y que deja en el aire esa pregunta de "¿Qué hubiera hecho yo?", lo cual no es propio de un mal texto. Tiene un buen contenido humano y desarrolla adecuadamente los personajes, de modo que se entienden las motivaciones de sus acciones, aunque estas no siempre sean las más loables. No me esperaba este tipo de complejidad que, si bien no es profundísima, ahuyenta un poco la idea de estar leyendo un texto meramente comercial. En síntesis, es un buen texto para leerlo de una sola sentada (94 pp., letra grandecita), oyendo Black Sabbath y comiendo galletas de avena una noche lluviosa.

Ahora bien, ¿es provechoso leer este tipo de literatura que, sin ser de primera categoría, entretiene y deja recuerdos agradables tras su consumo? Cambio la pregunta, ¿tiene que ser la literatura provechosa para que valga la pena que sea leída?

En alguna ocasión un amigo me contó que se avergonzaba de sacar Harry Potter en el bus porque se sentía poco culto y conocedor leyendo eso. Creo que no es nada para avergonzarse. Cualquiera que tuviera el atrevimiento de decirle algo al respecto ("¿por qué lee esa mierda?", por ejemplo), además de estarse metiendo en lo que no le importa, se podría llevar una sorpresa si mi amigo le informara que lee todo tipo de literatura, desde García Márquez hasta George Orwell, Lope de Vega, Herman Hesse y, claro, J.K. Rowling. A decir verdad, son muchos los casos de personas que, en su cómoda posición de académicos (o incluso de expertos autodeclarados), se atreven a juzgar obras populares o comerciales sin tan siquiera haberlas leído. El título de "best seller", a como es atrayente para el lector promedio, resulta repugnante para los "entendidos", quienes no se detienen a pensar que el Quijote es de los libros mejor vendidos de la historia, así como también le andan cerca Cien años de soledad y otros títulos ampliamente reconocidos como "buena literatura".

Por otro lado, existen los libros pertenecientes a géneros marginados, como el terror, la fantasía, la ciencia ficción, la novela policial y hasta la mal llamada novela "romántica", que suelen contarse entre la literatura de consumo, hecha para que el vulgo se entretenga, y por tanto desterrada de la "crítica especializada". En una ocasión, un profesor me decía que a la literatura contemporánea no hay que pedirle profundidad, pues en una era donde la imagen se ha vuelto el centro de atención, lo que lleva a que sean la televisión, el cine y los videojuegos los titanes del momento en cuanto a entretenimiento, la literatura debe preocuparse de que el libro permanezca en manos del lector, sin importar el costo. No estoy del todo de acuerdo con esa afirmación, pues no creo que la solución sea siempre obedecer a la demanda, sino más bien lograr que la demanda sea otra, pero sí comparto la opinión de una profesora que me decía una vez, refiriéndose a Harry Potter y a Las crónicas de Narnia, que esos libros han logrado poner a leer a los niños y a los jóvenes, lo cual estaba casi perdido del todo.

Un amigo me comentaba hoy mismo que le iba a comprar a su hija el libro Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite. Me interesé y le pregunté si la niña tenía el hábito de lectura. Respondió que sí y que actualmente se estaba leyendo la saga vampirosa de Stephanie Meyer. Por un instante estuve a punto de despotricar contra su paternidad irresponsable que permitía que su hija leyera semejante basura, pero recapacité y me acordé de mí mismo a los doce años cuando los libros, fueran de lo que fueran, eran tan ajenos a mí vida como los camellos de tres jorobas. El asunto me dejó pensando. A la larga y tiene razón mi profesora al resaltar el aspecto positivo de este tipo de novela, que logra enganchar a los niños y a los jóvenes, lo cual deja claro que no toda esperanza está perdida para la literatura; quedan representantes de las nuevas generaciones (muchos de ellos) que devoran miles de páginas atrapados por la magia de la lectura y que son potenciales consumidores de mejores propuestas. Todo está en que estos jóvenes descubran que hay mucho más por leer que lo que les ofrecen las librerías y la publicidad de Hollywood, tarea que nos toca a los que ya hemos andado un poco más de camino. Es muy fácil ensañarse contra Meyer y Rowling mientras se cruzan los brazos y no se hace nada por mejorar nuestra situación cultural, que requiere cuidados intensivos desde hace tiempo.

Al final, los extremos no son tan malos si se sabe jugar con ellos. Dijo Alexánder Obando (lo parafraseo) que él se siente atraído tanto por lo sublime como por la basura, preferencia que comparto pues, a como me encanta experimentar la lectura de un libro genial o la contemplación de una magnífica película, también me gusta relajar mi sentido estético de vez en cuando con violencia, fantasía, comedia o sensualidad poco justificadas.

lunes, 17 de mayo de 2010

Este año, la Muerte los prefiere metaleros


















La imagen, alegre y lúdica, no necesariamente expresa lo que siento. Sin embargo, es apropiada. Esa centinela nuestra, que nos vigila siempre desde las esquinas de sus cuencas oculares con su perenne sonrisa llena de arrogancia y burla, se ha creído la muy metalera y anda asaltando escenarios, robándose grandes voces y dejando en su lugar los inaudibles acordes de su guadarra.

Hace poco más de un mes (14 de abril), fue Peter Steele, el genial cantante y bajista de la banda neoyorquina Type O'negative.

Peter Steele. 1962-2010.


Se acabó su profunda y grave voz, así como su humor autodespectivo y sus canciones críticas e irreverentes. La Muerte, a la que tanto le cantó, vino a reclamarle sus derechos de imagen. ¿Qué nos dejó? Varios de los discos más influyentes de la historia del gothic metal, ni más ni menos.

Y ahora (16 de mayo), le tocó el turno a Ronnie James Dio, cantante de las importantísimas bandas Rainbow y Black Sabbath, sin contar su larga carrera como solista.


                                              
















Ronnie James Dio. 1942-2010.


De Dio me es difícil hablar objetivamente, por lo tanto no lo haré. Dio representa para mí la más grande voz del heavy metal, simple y sencillamente. Influencia directa y notable en otros grandes (Mats Leven, por decir alguno), su legado consiste en la definición del cantante del género . A los 68 años, Dio seguía activo y en gran forma. La cancelación de la gira de verano de Heaven and hell (nombre que se le dio al Black Sabbath con Dio para diferenciarlo del de Ozzy), era solo un preludio a la tragedia. De esta no nos vamos a recuperar. Hay grandes, pero como DIOs, ninguno.

Para hacerles honor, una muestra del talento de cada uno. Primero, Black no.1, de Type O'negative.



Ahora, el evangelio según Black Sabbath. Heaven and hell, en vivo.



Duro golpe para todos, definitivamente. Larga vida a la memoria de estos dos grandes. Personas como ellos nunca van a morir, por más que nos duela haber perdido sus presencias.


Dio, con su clásica seña de los cuernos.                                                                                   Peter en plena acción, con su bajo verdinegro.

domingo, 11 de abril de 2010

Megadeth Radio



Para metaleros y rockeros, aquí dejo la excelente estación de radio de la banda Megadeth (EEUU). Como lo dice el guitarrista, cantante y líder Dave Mustaine, en esta estación se puede escuchar "Slayer, ACDC, gore and The Beatles back to back!". Provecho.

Megadeth Radio

viernes, 9 de abril de 2010

Alicia en el país de las taquillas

Valga esta entrada para inaugurar la nueva plantilla del blog. Gracias A lexánder Obando por su ayuda con la misma.

Advertencia: Quien no haya visto la más reciente versión de Alicia en el país de las maravillas (Tim Burton, 2010) y pretenda hacerlo, absténgase de leer el texto. Luego no digan que me puse a contar la cinta o algo parecido.

Las mejores adaptaciones de obras literarias al cine son, a mi gusto, aquellas que generan algo nuevo a partir del texto original. Si bien en muchos casos uno quisiera ver exactamente la novela que leyó adaptada a la pantalla (lo que me pasa con Narnia, por ejemplo), es innegable que un distanciamiento creativo de parte del director puede enriquecer la obra. Al fin y al cabo se trata de una traducción, puesto que el lenguaje literario y el cinematográfico no son iguales, por lo que es interesante ver modificaciones en los diversos aspectos de la adaptación.

Cuando supe que Disney estaba planeando una nueva versión de Alicia en el país de las maravillas, experimenté una serie de sentimientos encontrados. En primer lugar, pensé que por fin se había realizado mi sueño de ver una versión de Alicia con actores reales y una buena producción, lo cual, evidentemente, me esperanzó. En segundo lugar, dado que el título era el mismo de siempre, supuse que no se trataría más que de un refrito de la misma historia con un montaje contemporáneo, lo que no me pareció tan alentador. Eso por no mencionar que la estética de Tim Burton no es de mi completo agrado (aunque reconozco que el cabrón es un genio), por lo que todavía dudé más respecto a que la cinta me fuera a cuadrar.

El día que vi la película salí muy contento. Razones: 1) La emoción de ver una Alicia contemporánea y con tan buenos efectos adormeció mi capacidad crítica y 2) La Alicia estaba tan guapa que… bueno… adormeció mi capacidad crítica.

Ya con la mente (y todo lo demás) en frío, me fue imposible obviar algunos aspectos que definitivamente convierten a esta nueva versión de la obra de Carroll en una más entre tantas.

Del trabajo de Burton en la producción no hay mucho qué decir: simplemente impecable. La ambientación sórdida y retorcida (sin excesos), de su factura tan peculiar, le da al País de las maravillas una pinta como la merece. La Reina Roja cabezona me fascinó, así como el efecto de la aparición y desaparición del gato. De Anne Hathaway como la reina blanca no puedo decir mucho objetivamente porque la mujer también me encanta. Un poco sobreactuada tal vez, pero da la impresión de que esa era la idea. De hecho, las actuaciones me decepcionaron mucho, sobre todo la de Alicia: la chiquita está muy bonita pero es demasiado inexpresiva y no logra naturalidad en los gestos. Johnny Depp me pareció bien, pero tal vez porque este mae con cualquier cosa medio rara que haga ya lo conquista a uno.

Ahora bien, en cuanto al guión, me gustó que la propuesta se alejara de la historia original y buscara más bien complementarla. Sin embargo, el resultado fue de lo más burdo: convirtieron a Alicia en una predecible historia de fantasía épica.

En Las transformaciones del cuento maravilloso, señala Vladimir Propp:

“Podemos, en efecto, observar que los personajes de los cuentos maravillosos, sin dejar de ser diferentes en cuanto a su apariencia, a su edad, su sexo, su tipo de preocupación, su estado civil y otros rasgos estáticos y atributivos, llevan a cabo, a lo largo de toda la acción, los mismos actos”. (pp. 16-17)*.

En efecto, es clásica, por ejemplo, la historia del héroe que parte a un viaje en busca de un objeto singular que le ayudará a vencer el mal. En la Alicia de Burton tenemos una heroína, Alicia, que llega al País de las maravillas y resulta ser la elegida (anunciada por una profecía y todo) para acabar con la tiranía de la Reina Roja, para lo que necesita conseguir la espada que le permitirá vencer al Jabberwocky (dragón dientón). Desde los evangelios, pasando por los poemas homéricos, las leyendas artúricas, Juana de Arco, Tolkien, Narnia y Star Wars, las narraciones con este formato mesiánico del enviadoquelibraráalpueblodelaopresión abundan. No es un problema que lo hagan, pero sí es un problema reducir una obra maestra de la sátira y el absurdo como Alicia a este esquema tan trillado.

La trama es completamente lineal y avanza como lo haría en una típica película de fantasía reciente, dígase El señor de los anillos, Las crónicas de Narnia, La brújula dorada o cualquiera de las que han comenzado a pulular desde la pasada década, al punto de que termina con una batalla climática entre las fuerzas del bien y del mal. Aclaro que todas estas películas me gustan (excepto La brújula dorada, ver mi diatriba contra ella aquí), porque soy un enamorado incorregible de la fantasía épica, pero Alicia en el país de las maravillas, si bien puede ser muchas cosas, NO es una historia de esta índole. Ver al Sombrerero loco volando espadazos y a Alicia con brillante armadura me pareció algo totalmente fuera de lugar, que disloca la esencia de la obra original y convierte la adaptación en una historia que, con solo cambiarle los nombres a los personajes, dejaría de ser Alicia. Se trata de un excelente ejemplo de una versión cinematográfica que, al distanciarse del texto literario, termina por traicionarlo.

Linealidad, coherencia, heroísmo maniqueo, amistad cursi, batallas épicas, monstruos imponentes, espadas encantadas, bailes ridículos (porque los hay, olvidé mencionarlos antes)… en fin,  de todo lo que está de moda y le gusta al actual público meta de Disney: gente incapaz de disfrutar de una obra diferente, sarcástica, crítica y poco convencional. Y no me refiero al público infantil, porque este está respaldado por casi siglo y medio que lleva leyéndose Alicia sin ninguna queja. 

* Propp, Vladimir. Las transformaciones del cuento maravilloso. Buenos Aires: Rodolfo Alonso Editor. 1972.Traducción de Hugo Acevedo.

martes, 30 de marzo de 2010

Opeth y el métal contemporáneo


Tras el hard rock setentero vino la New wave of british heavy metal (NWOBHM) y el rock cambió para siempre. Bandas como Judas Priest y Iron Maiden (entre muchas otras menos conocidas), retomando elementos de lo que ya había comenzado a gestar Black Sabbath, pero distanciándose un tanto de su atmósfera oscura, comienzan a tocar como no se había hecho antes. Las secciones rítmicas de las bandas (batería y bajo) aumentaron considerablemente de peso y las distorsiones de las guitarras fueron más ruidosas que nunca (alabado sea Jimi Hendrix por sus experimentos con efectos). Las melodías armonizadas a dos guitarras comenzaron a ser recurrentes, así como los solos a velocidades no concebidas en el pasado. 

En los ochenta, la violencia y la velocidad de las composiciones van en aumento. Venom, insatisfechos con la escena melódica y hasta cierto punto liviana que los rodeaba, apuestan por un sonido crudo, agresivo y oscuro (ahora sí, más a lo Black Sabbath) originando, de un solo golpe, todo lo que se vendría a conocer como métal extremo (thrash, black y death métal). Las voces guturales hacen su aparición (se dice que una banda italiana, de nombre Bulldozer, fue la pionera, pero no he podido confirmarlo), los ritmos se aceleran  hasta límites casi sobrehumanos (la técnica de batería conocida como blast-beat se comienza a utilizar con frecuencia), el bajo se toca golpeando las cuerdas con los dedos, en una especie de slap perpetuo (cuando no se usa púa para darle más velocidad) y las guitarras se afinan en tonalidades más bajas para lograr aún más densidad. El doom metal (que también debe su nacimiento a Black Sabbath) se va desarrollando de la mano de bandas como Candlemass y Cathedral, que se orientaron, en lugar de a la velocidad, a los ritmos lentos y repetitivos, que gracias a la distorsión se volvían grotescos y escalofriantes. Paradise lost, tras un inicio meramente doom, incluye algunos arreglos orquestales y voces femeninas en sus composiciones, con lo que crea el gothic metal.

Suecia, la ciudad de Gothenburg, para se exactos, ve nacer una nueva modalidad de death metal, que incorpora melodías y armonías más marcadas y comprensibles, así como estribillos más definidos. Se trata de lo que se llegaría a conocer como melodic death metal.

Y pues bien, es en Suecia donde ocurre el fenómeno que quiero reseñar. En Estocolmo, al noreste de Gothenburg, en 1990 se funda la banda Opeth. Todo el panorama histórico del metal que bosquejé arriba es solo para decir que Opeth combina practicamente todos los subgéneros que mencioné con el rock progresivo de los setenta (Pink Floyd, King Crimson, Yes y demás) para dar una propuesta única y ecléctica, sin caer en el barroquismo y la incomprensibilidad de otras bandas que intentan fusiones similares.

Las composiciones de Opeth suelen ser largas (yo diría un promedio de ocho minutos por canción, con sus excepciones por supuesto) y alternar pasajes de tremenda agresividad (voces guturales y distorsión) con otros acústicos y con voces melódicas (el genial Mikael Akerfeldt, compositor principal, se hace cargo de todas las voces, además de las guitarras acústica y eléctrica). En los discos más recientes la banda incorporó el teclado entre sus filas, el cual han utilizado de maneras muy creativas también: a como se  puede escuchar un solo de clásico órgano hammond, también se puede uno topar con orquestaciones o saturaciones distorsionadas. Guitarras clásicas y folclóricas del norte europeo, solos al mejor estilo de David Gilmore, riffs  densos y devastadores a lo doom, pasajes caóticos estilo Morbid Angel... y todo envuelto en una coherencia y una fluidez sorprendentes. Ninguna canción de Opeth (tal vez solo Black rose immortal, que dura más de 20 minutos) da la impresión de ser larga, puesto que las secciones transcurren tan harmoniosamente que no se siente el paso de los minutos.

Se les suele etiquetar como "death metal progresivo", lo cual aunque no está del todo errado, me parece que deja por fuera muchos de los elementos de su música. En mi opinión, Opeth es una digna representante (tal vez la mejor) de lo que el métal contemporáneo está experimentando: una fusión de todo lo que se ha venido haciendo y que a la vez incorpora elementos de otros géneros musicales como, en el caso de Opeth, el jazz y el folk. A la larga, las etiquetas sobran y lo mejor es una muestra. Les dejo un video, parte de su más reciente DVD, titulado The roundhouse tapes, que docuementa una presentación de la banda en Londres, en noviembre del 2006. La canción es "When", del album My arms, your hearse, publicado en 1998. Nótense la excelente presencia escénica de la banda, así como la fuerza de su interpretación. Abajo adjunto la letra y una traducción que realicé de la misma con la ayuda del amigo Gustavo Solórzano (Asterión), para que aprecien la calidad lírica de la misma, la cual es alta en todas las letras de Opeth. Que lo disfruten. Disculpen que el video se ve cortado, pero como es en HQ, no logré que se adaptara al tamaño de la columna de mi plantilla. En fin, se puede ver perfectamente).


When?

Red sun rising somewhere through the dense fog.
The portrait of the jaded dawn who had seen it all before.

This day wept on my shoulders.
Still the same as yesterday.
This path seems endless, body is numb.
The soul has lost its flame.
Walking in familiar traces to find my way back home.

So there I was.
Within the sobriety of the immortals.
A semblance of supernatural winds passing through.
The garden sighs, flowers die.

The gate was closed that day, but I was bound to carry on.
She could not see me through the windows.
In dismay, strangest twist upon her lips.
Graven face, she said my name.

Once inside I heard whispers in the parlour.
The gilded faces grin, aware of my final demise.

And I cried, I knew she had lied.
Her obsession had died, it had died.

When can I take you from this place?
When is the word but a sigh?
When is death our lone beholder?
When do we walk the final steps?
When can we scream instead of whisper?

When is the new beginning,
The end of this sad madrigal?

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¿Cuándo?

Un sol rojo sale de alguna parte a través de la densa niebla.
El retrato de un amanecer hastiado que ya lo ha visto todo.

El día lloró sobre mis hombros
igual que ayer.
Este camino parece interminable y el cuerpo yace entumecido.
El alma ha perdido su llama
por seguir rastros familiares
para hallar su camino a casa.

Ahí estaba yo,
en la sobriedad de los inmortales:
atravesado por restos de vientos sobrenaturales.
El jardín exhalaba y las flores morían.

La puerta quedó cerrada esa vez, pero yo estaba obligado a continuar.
Ella no podía verme a través de las ventanas.
Consternada, torcía extrañamente sus labios.
Con un gesto esculpido dijo mi nombre.

Una vez dentro escuché murmullos en el salón.
Las caras doradas sonreían, conscientes de mi última desaparición.

Y entonces lloré, pues supe que ella había mentido.
Su obsesión había muerto.

¿Cuándo podré sacarte de aquí?
¿Cuándo será la palabra tan solo un suspiro?
¿Cuándo será la muerte nuestra única dueña?
¿Cuándo daremos los últimos pasos?
¿Cuándo podremos gritar en lugar de susurrar?

¿Cuándo será el nuevo inicio?
¿Cuándo el fin de este triste madrigal?

jueves, 25 de marzo de 2010

¿Grunge? contemporáneo

No soy un fanático del grunge. Sin embargo, ese movimiento tan camisudo y desenfadado dio joyas musicales como lo fueron (y lo son) Alice in chains. No es que sepa demasiado de la banda. Sé que el Facelift es un discazo y que Would? es de mis canciones favoritas de todos los tiempos y de todos los géneros. Suficiente para darme por seguidor (sí, soy de los que se resisten a decir "fan"). Hoy, pasando canales en la tele (también me resisto a decir "zapping") caí, por accidente (¡LO JURO!) en Mtv y pues, descubrí algo. Alice in chains volvió, ya lo sabía, pero una rápida oída de su nuevo disco me dio la impresión de que no había nada interesante. Me equivoqué. Mtv, lo que es la vida, me dio a conocer esta canción y este video. Ambas me fascinaron. Lo comparto, a ver si alguien más se enamora. Aclaración: la muchacha principal es mía. Yo la vi primero.