Aunque he tenido varias ideas para escribir en el blog, se me ocurrió hablar un poco de algunos libros que leí en este año 2009 y la forma en que me marcaron, ya sea positiva o negativamente. El primer turno le toca a Nada, de la catalana Carmen Laforet.
Nada ganó el premio Nadal (sí, la similitud del nombre también me hizo gracia) de novela en 1944. Se trata de la historia de una joven, Andrea, que se hospeda en casa de unos parientes para estudiar letras en Barcelona. El camino de la estación del tren hasta la calle Aribau lo hace llena de ilusiones, pero el desencanto aguarda a las puertas mismas de la casa: suciedad, violencia, adulterio, oscuridad, locura... un sin fin de desgracias esperan a la estudiante, que trata de crear una burbuja dentro de la cual aislarse de ese mundo. Muy simbólica resulta un pasaje en que se mete a la ducha y evita tocar las paredes que la rodean, como deseando que el agua la haga inmune a tanta cochinada.
Conforme el texto avanza se notan los intentos de Andrea por dejar atrás el agobio de su hogar, no solo representado por la casa asquerosa y la familia conflictiva, sino también por el peso de la tradición católica encarnada en su tía Angustias, quien trata de reprimirla mediante un régimen de control que le impone no salir de la casa a menos que sea con ella, no mirar a la gente, rezar todos los días, etcétera. Andrea trata de liberarse con sus amigos de la universidad, saliendo con ellos y asistiendo a actividades que ellos mismos organizan. Sin embargo, el desencanto se hace presente una vez más: Andrea no pertence al mundo burgués de sus amigos, por lo que no puede amoldarse a sus exigencias.
La novela se acerca a la corriente existencialista imperante en su época. El desencanto perenne que vive Andrea y su final abandono de la situación familiar para buscar un nuevo norte personal remiten a la noción del absurdo y la individualidad del existencialismo. En el pesimismo y la incapacidad de mejoría que impregnan la obra entera se percibe también la desolación moral de la España de posguerra.
A nivel personal, me fasinó la manera en que la narración consigue que cada desencanto de Andrea sea también del lector, pues es sofocante ver que cada intento por salir adelante termina en una nueva decepción. La sensación de claustrofobia y asco se mantiene viva durante toda la novela, no solo motivada por la atmósfera costrosa y oscura de la casa de la calle Aribau, sino también por la personalidad hermética y amoral de cada uno de sus habitantes.
El círculo de amigos de Andrea, los bohemios del taller de pintura y su mejor amiga Ena, resultan excelentes cuadros humanos, llenos de aspiraci0nes y sueños pero sumidos en una realidad absurda que les dificulta cualquier intento de superación. Me pareció particularmente curioso el caso de Iturdiaga, aspirante a escritor, que no consigue que su padre millonario le costee la publicación de su novela. La condición acomodada del muchacho le ha permitido escribir, pero la visión materialista de su padre no le permite dar al mundo su creación. Toda una paradoja respecto a la inutilidad del dinero que se hace viejo guardado en el banco.
Nada ganó el premio Nadal (sí, la similitud del nombre también me hizo gracia) de novela en 1944. Se trata de la historia de una joven, Andrea, que se hospeda en casa de unos parientes para estudiar letras en Barcelona. El camino de la estación del tren hasta la calle Aribau lo hace llena de ilusiones, pero el desencanto aguarda a las puertas mismas de la casa: suciedad, violencia, adulterio, oscuridad, locura... un sin fin de desgracias esperan a la estudiante, que trata de crear una burbuja dentro de la cual aislarse de ese mundo. Muy simbólica resulta un pasaje en que se mete a la ducha y evita tocar las paredes que la rodean, como deseando que el agua la haga inmune a tanta cochinada.
Conforme el texto avanza se notan los intentos de Andrea por dejar atrás el agobio de su hogar, no solo representado por la casa asquerosa y la familia conflictiva, sino también por el peso de la tradición católica encarnada en su tía Angustias, quien trata de reprimirla mediante un régimen de control que le impone no salir de la casa a menos que sea con ella, no mirar a la gente, rezar todos los días, etcétera. Andrea trata de liberarse con sus amigos de la universidad, saliendo con ellos y asistiendo a actividades que ellos mismos organizan. Sin embargo, el desencanto se hace presente una vez más: Andrea no pertence al mundo burgués de sus amigos, por lo que no puede amoldarse a sus exigencias.
La novela se acerca a la corriente existencialista imperante en su época. El desencanto perenne que vive Andrea y su final abandono de la situación familiar para buscar un nuevo norte personal remiten a la noción del absurdo y la individualidad del existencialismo. En el pesimismo y la incapacidad de mejoría que impregnan la obra entera se percibe también la desolación moral de la España de posguerra.
A nivel personal, me fasinó la manera en que la narración consigue que cada desencanto de Andrea sea también del lector, pues es sofocante ver que cada intento por salir adelante termina en una nueva decepción. La sensación de claustrofobia y asco se mantiene viva durante toda la novela, no solo motivada por la atmósfera costrosa y oscura de la casa de la calle Aribau, sino también por la personalidad hermética y amoral de cada uno de sus habitantes.
El círculo de amigos de Andrea, los bohemios del taller de pintura y su mejor amiga Ena, resultan excelentes cuadros humanos, llenos de aspiraci0nes y sueños pero sumidos en una realidad absurda que les dificulta cualquier intento de superación. Me pareció particularmente curioso el caso de Iturdiaga, aspirante a escritor, que no consigue que su padre millonario le costee la publicación de su novela. La condición acomodada del muchacho le ha permitido escribir, pero la visión materialista de su padre no le permite dar al mundo su creación. Toda una paradoja respecto a la inutilidad del dinero que se hace viejo guardado en el banco.
Me resultó sumamente conmovedor el pasaje en que Andrea asiste a un baile en casa de Pons. El ambiente burgués, encopetado, de ropa fina y glamour, le queda demasiado grande a la joven, por lo que termina, como siempre, huyendo del lugar. No solo se desvanecieron sus altas espectativas sobre el evento, sino también las que tenía sobre Pons, a quien ella llama su "primer pretendiente". La inmadurez del joven queda en evidencia cuando es incapaz de reclamar a su familia por los desprecios que le dirige a Andrea, a pesar de mostrar a la vez que siente cariño por ella.
En síntesis, Nada es una novela muy bien configurada que obliga al lector a encontrarse de frente con una horrenda realidad, que pareciera prometer grandes cosas a ratos, pero que se revela cruenta y hostil una y otra vez. Una lectura de las que me gustan, que muestra a los seres humanos tal cual son, tan llenos de virtudes como de defectos y capaces tanto de la más sincera ternura como del más cruel desprecio.
Si a alguien le interesara leer más sobre esta novela, recomiendo el siguiente enlace, con un análisis mucho más largo y exhaustivo que el mío.
En síntesis, Nada es una novela muy bien configurada que obliga al lector a encontrarse de frente con una horrenda realidad, que pareciera prometer grandes cosas a ratos, pero que se revela cruenta y hostil una y otra vez. Una lectura de las que me gustan, que muestra a los seres humanos tal cual son, tan llenos de virtudes como de defectos y capaces tanto de la más sincera ternura como del más cruel desprecio.
Si a alguien le interesara leer más sobre esta novela, recomiendo el siguiente enlace, con un análisis mucho más largo y exhaustivo que el mío.
http://erudicion.blogspot.com/2007/03/volver-leer-nada-de-carmen-laforet.html
1 comentarios:
gracias por la reseña.
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